Eres quien protagoniza la escena, el objetivo de todas las cámaras. No solo representas un personaje. Eres el personaje. Este rol te pertenece a ti y a nadie más. Es un papel que se ha hecho a tu medida. Te recibe el silencio. No hay director que ladre órdenes. No necesitas un arco dramático para convertirte en esta versión de ti.
El impulso de actuar llena tu mente, pero las páginas del guión están vacías. Tu pasado te ha llevado a ser quien eres hoy, te ha provisto de las habilidades necesarias para tu oficio. Ese mismo pasado te ha cubierto de cicatrices. Pero no en la superficie, donde todos puedan verlas, sino enterradas en lo más profundo de tu interior, en ese espacio tan retorcido que se ha vuelto informe. Reprimes esos recuerdos, pero la experiencia con la que te han dotado decidirá a quién o qué debes interpretar.
La oscuridad te rodea, allí, de pie y en silencio bajo el foco. Los únicos sonidos que se escuchan por encima de tus latidos son el lejano embate de las olas contra el casco y el rumor de las cámaras que apuntan hacia ti, preservando cada momento para la eternidad. Una voz profunda e imperiosa trona desde lejos. Actúa.
¿Qué papel representarás?